El jueves, día 6 de noviembre nos visitó en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca la artista plástica Eva Lootz (Austria, 1940) que desde 1965 desarrolla su trabajo en España. Nos habló extensamente de su producción artística y accedió amablemente a contestar por escrito el cuestionario que reproducimos.
1.- ¡Qué ingenuos los que creen que para vivir no les hace falta el arte!
Me impresionó esa afirmación suya, quizá porque me identifico plenamente con ella y porque, si miro alrededor, veo que no somos mayoría quienes tenemos esa percepción. Me gustaría profundizar un poco más en la idea: ¿Por qué considera que para vivir el ser humano necesita el arte?
E. L: Pensaba a varios niveles, desde el más obvio de la techné griega, que luego se convertiría en el ars latina, que implica que, sin ir más lejos, saber trazar un ángulo recto con la ayuda de una simple cuerda es “un arte”, hasta en un sentido más filosófico, según el cual el arte nos ayuda a coser esa herida que tenemos dentro y que es la consciencia de la muerte, – ya lo decía Nietzsche – , “tenemos el arte para no morir de la verdad”… (por otra parte, y para no omitir ese lado del arte que implica responsabilidad, recordemos lo que decía Walter Benjamin: “El arte es peinar la historia a contrapelo.”)
2.- Para definir el término, arte, escogió estas cuatro palabras: Cortina. Halcón. Martillo. Penumbra. ¿Podría aclararnos por qué precisamente estas y no otras?
Me encomendé a la intuición poética, o dicho de otra manera, a la escritura automática, fueron las primeras palabras que me vinieron a la cabeza (Hay momentos en los que lo mejor es no pensar…)
3.- La palabra está presente en su obra: grabada en la suela de los zapatos, escrita en las paredes, impresa sobre la tierra húmeda…. Me gustaría que nos hablara de la importancia de la palabra, del lenguaje en su obra, porque usted ha afirmado que las palabras nos humanizan, nos a-nudan a los otros, a la sociedad, al territorio; que nos hacemos humanos gracias a un tejido y a un texto.
Es curioso, pero mi punto de partida en el trabajo plástico fue precisamente excluir el lenguaje de manera radical, excluir toda clase de representación y de narratividad. No fue hasta bastante más tarde, cuando las reflexiones acerca del trueque y del intercambio de materias esenciales, me hicieron comprender que en el curso de la evolución, en un momento dado el valor de uso de las materias se convierte en valor de cambio y que allí se pre – figuraba un lenguaje, un proto – lenguaje; a partir de ahí me volví más permisiva con el lenguaje, y por eso suelo decir que se me coló por la puerta de atrás. Ya se sabe, no hay nada como excluir para que luego lo excluido irrumpa con mayor fuerza… Desde entonces he pensado mucho acerca del lenguaje y los lenguajes; sobre la tensión que existe entre lo que es posible decir y lo que es posible ver, sobre la imbricación de materia y lenguaje, sobre las sedimentaciones en el lenguaje. Incluso lo he utilizado como archivo y he extraído de él ciertas fichas, como aquel de “Noche” y “Ocho” cuando hice la pieza “Noche, decían”.
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